“En cada esquina hay un reto”, asegura Václav Marhoul, director de El pajarito pintado (Nabarvené ptáče)

“En cada esquina hay un reto”, asegura Václav Marhoul, director de El pajarito pintado (Nabarvené ptáče)

“En cada esquina hay un reto”, asegura Václav Marhoul, director de El pajarito pintado (Nabarvené ptáče)
Los premios Óscar 2021 se acercan y queremos presentarles excelentes filmes de directores de cine checos. La primera película, El pajarito pintado (Nabarvené ptáče), basada en el libro de Jerzy Kosinski, ha sido dirigida por Václav Marhoul. A pesar de ser su tercer filme, se han invertido más de 170 millones de coronas checas (nota: unos 6,5 millones euros) y se ha rodado durante casi 11 años.
Más de 100.000 personas han visto ya El pajarito pintado en la República Checa. Este filme se ha convertido en la primera película checa admitida en el prestigioso Festival Internacional de Cine de Venecia, y este año ha logrado llegar también a los Óscar. Y si todo sale bien, le espera una superproducción sobre el senador americano y anticomunista McCarthy.
 
P: Señor Marhoul, El pajarito pintado ha tenido un gran éxito. ¿Le ha sorprendido?, ¿le produce satisfacción?

No lo llamaría satisfacción. Es impresionante, pero yo no hago películas para llegar a Venecia o para obtener un Óscar. No lo dirigí con esa ambición, mi intención era ejecutar bien la historia. Tuve la necesidad de hacer la película, contar la historia intemporal de un pequeño héroe. Me encantan los galardones, pero, de verdad, es un valor añadido a mi trabajo.



P: Pero las posibilidades han ido creciendo, y de repente parece que la película puede ser galardonada con importantes premios de cine; eso, me imagino, no lo lamenta...

No, no lo lamento. Pero no se hace el arte por los premios.
 
P: ¿Recuerda el momento en que dijo: voy a dirigir El pajarito pintado basándome en el libro de Jerzy Kosinski? Sé que fue, más o menos, en 2007 pero ¿cuándo tuvo el primer impulso?

Al leer el libro. Incluso tengo que reconocer que tuve la idea en el momento de leer las primeras páginas. Aún no había terminado el libro, no sabía muy bien de qué iba, pero cada frase era inspiradora, emotiva, cada apartado fue para mí muy representativo.
 
P: ¿Cómo se le ocurrió leerlo?

Me lo recomendó un amigo mío, el artista Jiří David. Uno no tiene, desgraciadamente, tiempo suficiente para ir estudiando las novedades editoriales que valen de verdad la pena. Si la vida fuese más larga, hubiese leído más libros de esos que merecen ser leídos. Sin embargo, me compré “El pajarito” y ahí empezó todo. La historia resulta increíblemente difícil, desgarradora y entiendo que alguna gente tarde en leerlo incluso medio año.
 
P: Pero me imagino, que ese no fue su caso.

Yo lo leí en 5 horas.
 
P: ¿Dónde lo leyó? Creo que es importante mencionarlo.

Lo leí en una ciudad preciosa de Bohemia del Sur, Český Krumlov.



P: ¿Y qué pasó después?

A pesar de querer hacer la película, era consciente de que adquirir los derechos de autor era muy difícil. Y como no creía que pudiese lograrlo, apartaba la idea continuamente. Al final entendí que no podía escapar, que tenía que intentarlo.
 
P: ¿No se decía a sí mismo que esto iba a ser imposible?

Que fuese algo grande no me preocupaba. No fue eso. El pajarito pintado es simplemente un bestseller mundial. Ese fue el obstáculo. Tenía miedo de no obtener los derechos de autor porque yo era un director y productor desconocido. Sabía que mucha gente lo había intentado antes sin éxito.
 
P: Entonces, ¿cuándo adquirió los derechos?

La simple cuestión de saber quién tenía los derechos fue difícil de solucionar. Kosinski se suicidó en Nueva York en 1991 y no tuvo hijos. Investigando con mi abogado Petr Ostrouch descubrimos que había dos instituciones: la gran editorial judía Spertus, en Chicago, y la fundación de la segunda mujer de Kosinski. Hubo una amenaza de conflicto judicial pero, por lo que yo sabía, los derechos de autor los tenía Spertus debido a un acuerdo. Posteriormente contacté con la editorial. Desde el primer paso hasta el contrato firmado pasaron 22 meses.
 
P: El libro es excepcional, pero a la vez difícil. ¿Fue complicado dirigirlo?

En un rodaje intervienen dos cosas. La primera, lo que se siente el director, qué emociones tiene; y la segunda, la dificultad técnica, logística. Esta película resultó difícil en ambos aspectos.
El guion intenta responder a la pregunta del porqué, el rodaje al cómo. Pero si uno llega a sentir como quiere contar una historia, las secuencias aparecen solas. El cámara, Vladimír Smutný, y yo nos convertimos en un solo cuerpo, en un alma durante el rodaje. Ya que también él sentía la historia en su interior. Por eso nos faltó, en comparación con las películas anteriores, un guion técnico. Cada día sabíamos lo que íbamos a rodar, las tomas las creamos directamente en el lugar de rodaje. Nos dejamos llevar emocionalmente por cada toma. Fue impresionante.
 
P: ¿Se rodó de forma cronológica?

Sí, así fue. Eso fue un desafío ya que la historia se creaba y modificaba por sí misma incluyendo al pequeño protagonista. Un trabajo bellísimo. Tenía muchas ganas de que llegase cada día de rodaje. Pero fue difícil, esa es la verdad.
 
P: Leyó el libro en Český Krumlov y escribió también el guion allí. ¿Es ese lugar importante para usted?

Es mi sitio. Puede resultar algo místico, pero en 2002 estuve en Boletice en unas maniobras militares. Cuando terminamos, decidí visitar Český Krumlov porque llevaba mucho tiempo sin ir por allí. Y deambulando por la calle Radniční, hacia la plaza, y admirando una casa preciosa medieval, me detuvo algo de repente. Di la vuelta y sentí una energía especial.
 
Entendí que aquel era mi lugar. Y así ha sido, ya que todas mis películas las he escrito allí. Me convertí en el aluvión de Praga (nota: se suele llamar así a la gente que se traslada de la capital checa para residir en otro lugar del país) en Český Krumlov. Ya conozco todos los rincones de la ciudad y a mucha gente. Pero, sobre todo, es un lugar donde puedo crear con mucha facilidad.
 
P: Eso, realmente, es algo a lo que uno debe atender, ¿verdad?

Yo le presto mucho atención. La intuición es para mí como un faro en la oscuridad más negra que pueda haber o en una tormenta fuerte. Escribir es crear, no es trabajar. El trabajo suele componerse de varias actividades pragmáticas que, en general, no suben el ánimo. La creación es otra categoría. Es importante centrarse de forma diferente, desconectar completamente del mundo, por lo menos en mi caso. Apretar el botón de la parte femenina del cerebro, en el mejor sentido de la palabra. La única fórmula de crear es dejar llevarse por las emociones, no escribir según ciertas reglas, manuales o calculadoras. Creo que no es posible de otra manera. Pero es sólo mi opinión.
 
P: ¿Cómo surgió la elección de los actores en la película de El pajarito pintado? ¿En qué momento se le ocurrió contratar a estrellas extranjeras como Udo Kier, Harvey Keitel, Stellan Skarsgård, Julian Sands o Barry Pepper?

Podría hablar de esto horas y horas, ya que no fue nada fácil. Como director no los elegí porque fuesen estrellas internacionales, sino porque creía y sentía que lo iban a hacer genial, que encajaban en los papeles, que eran los mejores para ello. Me acuerdo perfectamente del momento en que me di cuenta de que el bestseller de El pajarito pintado me permitía llamar a cualquiera. Me sentía como un niño pequeño en una juguetería, es comprensible... Y, por casualidad, de nuevo me ocurrió en Český Krumlov.



P: ¿Y quién fue el primero?

El primero fue Stellan Skarsgård. Daría para un buen rato contarlo porque, por casualidad, nos habíamos conocimos al inicio de los años noventa. Los demás no me conocían, lo que fue un problema. ¿Quién es Marhoul? ¿Qué ha hecho? No sabían nada pero, afortunadamente, todos se habían leído el libro. Tenían mucha curiosidad por saber cómo lo había convertido en un guion de cine. Eso fue lo que me salvó y me ayudó. Y luego, también, el guion en sí. El último fue Barry Pepper que mucha gente recuerda de la película de Steven Spielberg, Salvar al soldado Ryan, donde interpretó un papel de francotirador. Con su agente fue todo mucho más fácil, ya que lo primero que me preguntó fue quién más iba a salir en la película. En el momento en que llegué a un acuerdo con Barry, ya tenía confirmado el rodaje con Harvey Keitel y Udo Kier. Entonces la agente de Barry se tomó muy en serio mi oferta.
 
Los conseguí a todos, excepto a John Malkovich, al que sustituí por el espectacular Julian Sands. Me reuní con John dos veces, y le gustó el guion. Pero, al final, como le ofrecieron un papel más grande y mejor oferta que la mía en Nueva Orleans, si me acuerdo bien, lo dejamos. La participación de Julian fue enriquecedora. Su distinta fisonomía y su estilo particular me obligó a cambiar parcialmente el capítulo El sacerdote y Garbo, buscar otras soluciones, otros motivos psicológicos. Todo, según se puede ver, tuvo su lado positivo.
 
El reparto de El pajarito pintado es internacional. Hay actores de Ucrania, Polonia, Eslovaquia, Chequia y también de Rusia, concretamente Alexej Kravčenko, al que tenía muchas ganas de tener en la película. Cuando tenía trece años, protagonizó la película de Elem Klimov de 1985, Ven y mira, que considero como una de las mejores del mundo. Su papel de niño era espectacular. Espero que pueda compararse al del pequeño protagonista de mi historia, Petr Kotlár de Český Krumlov. De nuevo, he vuelto a una ciudad importante, a Český Krumlov...
 
P: ¿Cómo fue la colaboración con los actores famosos?

La colaboración fue impresionante. Gracias también a mi equipo. Ellos se dieron inmediatamente cuenta de que estaban en un lugar –y ahora no me refiero a la preciosa localización donde se hizo el rodaje– donde reinaba una gran profesionalidad. Percibían el buen trabajo del equipo técnico, la comunicación, el comportamiento, el ambiente. Creo que se sentían bien, cómodos. Mi relación con ellos reforzaba el análisis de sus papeles, lo hablábamos antes de rodar y juntos buscábamos soluciones. Pero yo no trabajaba de esta forma solamente con ellos, sino con todos los actores.
 
P: ¿Se creó una relación más estrecha?

Aún nos seguimos escribiendo y estamos en contacto. Escribí a Harvy por su cumpleaños, por ejemplo.
 
P: Es muy interesante la historia del protagonista, Petr Kotlár, de Český Krumlov. Originalmente tenía que salir su hermano Michal.

Se podría filosofar si fue el destino o la casualidad. Aunque nunca se me dio bien la física clásica, la cuántica me intriga. Lo puedo definir verbalmente en una preciosa frase: “El destino es un cochero loco que azota a un caballo furioso llamado casualidad”.
 
La primera vez que vi a Michal fue en el restaurante Cikánská jizba en Český Krumlov, que estaba muy cerca de mi hotel. Cada tarde, después de trabajar, iba a tomar una copa de vino allí. En una ocasión, tocaba una banda gitana, no conocía a la gente y, de repente, apareció un chico que tocaba el violín como nadie. Era el hijo del director de aquella banda que tenía tan buen pinta. Empecé a hablar con el niño y se mostró muy introvertido. Estaba claro que no iba a ser posible. Los chicos tímidos, que se guardan las cosas para sí mismos, no son aptos para el trabajo ante la cámara.

Después de tres años volví de nuevo a Český Krumlov, donde presentaba un partido de fútbol americano durante la celebración de los Días de la Armada. Y, de repente, me llama un chico: “¡Hola tío, que soy yo!, ¡Soy yo!”. No sabía de quién se trataba pero, poco después, me di cuenta y le pregunté: “Espera... tú eres Petr, el hermano de Michal, ¿verdad?”. Fue como una aparición, había olvidado por completo que Michal tenía un hermano porque, cuando quise trabajar con él, Petr era un chiquitín que me pasó totalmente desapercibido.



P: Pero él sí se acordaba y le llamó…

Así es. Petr… el destino o la casualidad. De todas formas, este niño era completamente distinto. Extrovertido, inquieto, no aguantaba ni sentado ni de pie, muy curioso.
 
P: He oído que a veces no resultaba fácil, que el rodaje le aburría de vez en cuando... Tuvo que tener cuidado para que una película tan dramática no afectase a las emociones del niño. ¿Qué hizo para que no pasara?

Antes del rodaje hizo una entrevista-prueba con el psicólogo clínico Václav Mertin, y la pasó con sobresaliente. Es un niño feliz, todo el tiempo de buen humor. A pesar de ser muy sensible, algunas cosas no le llegan a afectar ya que tiene tantísimas cosas en la cabeza que las mantiene solo a corto plazo. Cuando rodábamos algunas escenas verdaderamente duras, créame o no, le preguntaba a los cinco minutos, y casi no las recordaba.

Por supuesto, también usaba algunos trucos para evitar su presencia en aquellos momentos de la película especialmente crueles, pero luego en el largometraje no se aprecian los artificios. Por ejemplo, una escena en la que las mujeres del pueblo están matando a Ludmila y el pequeño Petr observa esta brutalidad. En realidad, la cámara está en dos planos: en uno está Petr, en el otro Ludmila. Por la mañana estuve rodando las escenas con Petr y luego le dije que se fuera. Por la tarde terminé la escena sin él. Los cortes hacen magia. Gracias a ellos parece que está presente el pequeño Petr.
 
P: ¿Tenía que estar el pequeño Petr durante la mayor parte del tiempo con el equipo?

Sí, y creo que fue lo más difícil para él. Durante el rodaje no había niños de su edad así que la mayoría del tiempo tenía que estar con adultos. No obstante, todo el tiempo le acompañaba su abuela y dos monitoras que se turnaban. Estaban estudiando con él, jugaban y le entretenían. No hubo ni un minuto en que estuviera sólo.



P: Con la familia del pequeño Petr, ¿había confianza?
 
Nos conocemos desde hace mucho... Sí, la confianza era enorme.
 
P: Antes del “pajarito” hizo la película bélica Tobruk sobre los soldados checos durante la Segunda Guerra Mundial en el frente africano, El pajarito pintado es también de la época de guerra. ¿Es casualidad o las historias bélicas le atraen por alguna razón?
 
Tobruk es un drama bélico clásico, basado en el destino de personajes conectados con la guerra. El género de El pajarito pintado es diferente. Para mí tiene una historia universal intemporal que puede ocurrir en cualquier lugar. Transcurre durante la Segunda Guerra Mundial porque está señalado en el libro, pero la época no era importante. En otros aspectos, la guerra sí que importa. La guerra trae lo peor, despierta y fomenta las peores cualidades de la persona. El pajarito pintado es para mí una película psicológica, no bélica.
 
Usted es director de cine, productor y guionista, y también soldado. Se dice que le espera un servicio militar de medio año. ¿Por qué? ¿Por qué lo ha elegido de esta forma?
 
Me esperaba una misión en Afganistán, pero al final se redujo el número de militares y no fui por circunstancias laborales. Hablando de la Armada… mucha gente cree que la razón de mi servicio militar voluntario es el amor a las armas o a los uniformes. No saben, y no se lo tomo a mal, pero, desde mi punto de vista, es la explicación más simple y tonta.

Soy una persona educada para respetar a los soldados y a todos aquellos que lucharon por nuestra libertad. ¿Soy idealista? Sí. Así es. Estoy convencido de que hay que luchar contra el mal, y en la vida, desgraciadamente, hay situaciones en las que hay que tener el arma en la mano ya que no funciona otra cosa. Es importante ser consciente de que vivimos en una democracia donde el arma se puede usar tan solo en base a una decisión política. Es importante entender que la fuerza está institucionalizada. En los países donde ha caído el sistema y todo ha dejado de funcionar, incluyendo las leyes y reglas locales, la gente sufre el terrorismo o el crimen organizado, está todo al revés. 
 
Me estoy acordando de la masacre en Srebrenica, durante la guerra de la antigua Yugoslavia, donde se apartó el contingente holandés para dejar paso a la armada de Serbia que exterminó a los civiles...
 
Supuestamente no se apartaron sino que se quedaron de testigos pasivos y directos de la matanza de más de ocho mil personas. El general holandés tenía la orden y el mandato de no intervenir. Y fue precisamente eso lo que hizo. Si hubiese hecho lo contrario, habría sido llevado al tribunal militar. Tuvo que ser un dilema horroroso. He pensado mucho en ello... Si me hubiese pasado a mí, hubiera preferido acabar ante el tribunal que pasar toda la vida con remordimientos y pesadillas causadas por las imágenes del terror. Vivir todo el tiempo examinando mi conciencia y con excusas... eso es un infierno. En estos casos, habría que pasar por alto las órdenes militares. Es imposible ser testigo pasivo de una matanza y una tortura, sin actuar. La otra variable de una situación tan compleja fue el hecho de que si hubiesen actuado, supuestamente hubiesen perdido la vida. Verdaderamente difícil.
 
Me imagino que sigue cumpliendo las obligaciones relacionadas con una película de tanto éxito. ¿Qué es lo que llegará un momento en que diga que “no”?
 
No puedo decir que no por la dedicación que necesite la película o la obligación de trabajar más con ella. Ese tiempo viene marcado por el interés de los festivales de cine, distribuidores, periodistas… pero generalmente se puede decir que desde la fecha de estreno es un período de un año y medio. Con el coronavirus se retrasa todo. Tenía planificado viajes a Seúl, Nueva York, Ámsterdam, Atenas... Todo esto puede llegar aún. Si sigue así, también yo le voy a dedicar la mayoría de mi esfuerzo y energía a El pajarito pintado.



¿Se le ha ocurrido ya alguna idea nueva para una película?

He recibido una oferta de Estados Unidos y la he aceptado.
 
¿Qué va a ser?

Normalmente no lo desvelaría pero como ya está publicado en el servidor americano Deadline, lo cuento. Gracias al éxito de El pajarito pintado he recibido una oferta de la prestigiosa agencia CAA de Los Ángeles, que representa a actores y directores. Me han ofrecido tres guiones al mismo tiempo. Primero, un western que tenía muy buena pinta. Desde siempre ha sido mi sueño rodar este formato de película, pero no me convenció el guion. Y antes de leer el tercer guion ya me había atrapado el segundo. Se trata de una muy buena historia con muchas cosas que contar y, de nuevo, es sobre los principios. Se llama McCarthy y, como se puede imaginar, se trata de Joe McCarthy, el senador de los años cincuenta que se convirtió en un símbolo del fracaso y de la destrucción de miles de vidas de los EE.UU. en la persecución de los comunistas. Un drama político.
 
Aún no tengo firmado el contrato así que no es seguro al cien por cien, pero parece que va a prosperar y para mí sería un gran desafío. Estaría trabajando en un ámbito diferente, tendría que enfrentarme a muchas cosas que por ahora desconozco. Esto es una gran ventaja, ya que formo parte de ese tipo de personas que no le da miedo no saber qué es lo que le espera tras cada esquina. Yo soy así, me interesa saber qué hay allí. Cada esquina es para mí un reto.
 
Para el rodaje de El pajarito pintado escogió lugares preciosos. Todo empezó en Český Krumlov, en la histórica joya checa, donde escribió el guion de la película. ¿Pero cómo encontró las demás localizaciones? No fueron pocas...
 
He rodado El pajarito pintado en Ucrania. Pasamos cinco semanas en el oeste de Volinia, a 15 kilómetros de la frontera con Bielorrusia. Ríos, cenagales, profundos bosques, muy poca gente... y eso marcó la dirección de la búsqueda de las localizaciones en Chequia para poder continuar con esa primera imagen. Para ello, resultó ideal el Parque Natural de Šumava, al sur de Chequia. Hasta ese momento, nunca había entendido el sentido patriota de esta región. El tiempo que pasé allí y la posibilidad de conocer la sierra salvaje, poco civilizada, me enseñó a entender ese sentimiento. Por ejemplo, la parte desde Český Krumlov hasta la ciudad de Sušice o hasta las montañas Kašperské hory o el pico Kvilda, son lugares preciosos donde no se ve ni un edificio ni cables de electricidad. Kilómetros y kilómetros de naturaleza intacta. Di varias vueltas con el cámara Vladimír Smutný que, continuamente, paraba para hacer fotos. Cada curva tenía algo precioso y se abría una panorámica a un paisaje fantástico.
 
Se suele ocupar de esta labor un director de localizaciones, ¿verdad?

Sí, lo habitual es que se lo muestre a través de Skype al director mientras este se encuentra sentado cómodamente en la civilización. Yo tengo que estar ahí, soy de la vieja escuela, lo tengo que ver con mis propios ojos. Porque verlo en la realidad te ofrece no sólo una visión de 360 grados sino que también te hace sentir, te habla de ese lugar. Tiene su lenguaje, cultura, espíritu, historia, magia... Eso no lo puede sustituir nada en el mundo.
 
Usted ha de conocer muchísimos lugares de este tipo en la República Checa, sobre todo en Bohemia del Sur...

Sí, hay decenas. Mi familia procede parcialmente de Bohemia del Sur y yo viajo al sur con el teatro o cuando navegamos por los ríos de la región. Por ejemplo, por el río Otava. En su recorrido puede verse el bello castillo Rabí, colinas, bosques, prados, pequeños ríos. O el estanque Rožmberský rybník, sobre el río Lužnice, que es el único de este tipo en Europa. La región de la Canadá Checa es impresionante, con el castillo Landštejn. Me gustaría que lo viesen los turistas que visiten nuestro país.

Quién es Václav Marhoul…

Václav Marhoul (nacido el 30 de enero de 1960 en Praga) es guionista, director y actor (miembro del teatro Divadlo Sklep y del grupo teatral Pražská pětka), productor, empresario, organizador cultural y manager. Después de la Revolución de Terciopelo fue el director general de los Estudios cinematográficos de Barrandov, participó en la preparación del programa cultural de la cumbre de los países de la OTAN en Praga. Ha dirigido películas como Astuto Felipe (Mazaný Filip), Tobruk y, la más exitosa hasta el momento, El pajarito pintado, que se estrenó en septiembre de 2019. Su producción costó 174 millones de coronas checas y le ha abierto las puertas al rodaje de otros grandes proyectos internacionales.


Texto: Petr Pravda Foto: Adam Hrubeš